El Valle de los Reyes es el lugar más famoso de la orilla occidental. Los árabes lo conocen como Biban El Moluk (Las Puertas de los Reyes), o Wadi El Moluk (Valle de los Reyes).

El acceso es a través de una carretera asfaltada; el mismo camino utilizaron los antiguos faraones.

El espacio se divide en dos partes; el lado oeste se conoce como Valle Occidental o Valle de los Monos. Solamente contiene cuatro tumbas y apenas dos son reales: pertenecen a los faraones Amenhotep III (KV nº 22) y Ay (KV nº 23).

El otro lado, al que se accede por la carretera asfaltada, es el conocido como Valle de los Reyes y reúne más de 60 tumbas.

El espacio está coronado por la montaña tebana en forma de cono, denominada El Qurn (El Cuerno). En época faraónica se identificaba como la serpiente-diosa Mertseger, «la que ama el silencio».

Posiblemente su forma piramidal (esa asociación inmediata con las pirámides del Imperio Antiguo) fue lo que llevó a los faraones del Imperio Nuevo a la excavación de sus enterramientos en este lugar.

El primer faraón en excavar aquí su tumba fue Tutmosis I (KV nº 20). Eso se presume.

La mayoría de los sarcófagos fueron violados y asaltados durante la época faraónica, sobre todo a finales del reinado de Ramsés III, cuando el país sufrió una importante inestabilidad política y social.

Por esta razón, los sacerdotes de dinastías posteriores trasladaron los cuerpos de los faraones a lugares más seguros, como Deir El Bahari.

¿Quién descubrió el Valle de Los Reyes?

Ni en la época ptolemaica ni romana llegó viajero alguno a este misterioso lugar. Recién en 1708 el jesuita Claude Sicard mencionó las tumbas del Valle de los Reyes en la antigua Tebas.

En 1734, el clérigo inglés Richard Pococke llegó hasta el Valle y trazó el primer plano en el que señalaba dieciocho tumbas; solo había acceso a la mitad.

Los siguientes en llegar fueron James Bruce en 1769 y los eruditos de la expedición de Napoleón en 1798.

Giovanni Battista Belzoni descubrió las tumbas de Ramsés I, Seti I y Ay en 1817.

Otro excavador fue James Burton, que halló dos sepulcros sin inscripciones y la tumba KV n° 5, que atribuyó al príncipe Meriatón (tiempo después redescubierta por Kent Weeks).

Los siguientes descubrimientos se dilataron hasta 1898, cuando el francés Víctor Loret sacó a la luz las tumbas de Tutmosis III y Amenhotep II y un año después la de Tutmosis I.

En 1903, Howard Carter encontró la tumba de Tutmosis IV.

Pocos años después Thedore Davis descubrió la tumba intacta de Yuya y Tuya, y Edward Ayrton halló las de Siptah y Horemheb.

Nuevamente Howard Carter, en 1922, protagonizó el mayor descubrimiento del Valle: la tumba intacta del faraón Tutankamón.

El Valle de los Reyes hoy

De las más de 60 tumbas descubiertas en el Valle, no todas se pueden visitar. Y entre estas, los tiempos son acotados: permanecen abiertas durante un período determinado del año, cierran y abren otras.

De esta manera se pretende que las tumbas no sufran los problemas de deterioro derivados de la humedad.  ¿De dónde sale la humedad? Del caudal exorbitante de turistas que las visita.

Muchas de las tumbas ya están bien acondicionadas y la mayoría de las pinturas se cubrió con cristales.

Todas están iluminadas y disponen de rampas de madera para facilitar su acceso. Están catalogadas por un número precedido por las siglas KV, que deriva del inglés «Kings Valley».

No se permite que los coches lleguen hasta la puerta del Valle, sino que estacionan a unos dos kilómetros de la entrada. Aquí hay que montar en un pequeño trenecito (se paga billete), conocido como taf taf, que te acerca hasta la entrada.

Mismo procedimiento a la vuelta: el trencito sale de la puerta trasera de la cafetería que está antes de llegar al Valle, a la izquierda de la carretera.

Para fotografiar y/o filmar en el interior de las tumbas, debes comprar un permiso que se vende en la entrada, es la única manera, y solo dejan fotografiar tres tumbas, que es el ingreso normal al Valle: un pack por tres tumbas que exceptúa la de Tutankamón, para la cual se necesita una entrada aparte.

Al contrario que en el resto de los monumentos de la zona, en la taquilla del Valle es posible adquirir las entradas a las tumbas que se quieran visitar.

Te recomiendo en verano visitar el Valle lo más temprano posible, pues en el interior de las tumbas no hay mucho aire y hace mucho calor, al igual que en el exterior, donde la temperatura puede superar los 40 °C.

Ahora sí, veamos los recintos mortuorios más interesantes, comenzando el recorrido en la puerta de entrada.

¿Qué tumbas visitar del Valle de los Reyes?

La Tumba de Ramsés IV

Está situada antes de la puerta de entrada al recinto, a la derecha del camino.

Es una tumba pequeña pero con inscripciones de gran valor. Permanece abierta desde la antigüedad, cuando los viajeros de los siglos XVIII y XIX la visitaron.

En su interior se formó una iglesia durante la época copta.

Alberga un sarcófago de 3,5 metros de largo por 2,70 metros de ancho. Unos antiguos ladrones incendiaron y abrieron uno de sus lados, echaron agua fría y desprendieron el granito recalentado.

En el interior se ven algunas de las pintadas dejadas por diferentes excavadores y viajeros. Uno de los últimos y más famosos fue Howard Carter, quien midió la tumba por el antiguo sistema de codos.

De las pinturas originales destacan las de la antecámara con partes del «Libro de los Muertos». Es una de las tumbas más fáciles y cómodas para entrar.

Paradójicamente, Ramsés IV, con solo seis años de reinado, le apropió esta tumba a su antecesor, Ramsés V, que había gobernado cuatro años.

La Tumba de Ramsés IX

Es la primera que hay a la izquierda nada más pasar la entrada al Valle. Ramsés IX fue un faraón de la XX dinastía que se mantuvo durante 19 años en el trono.

Se cree que más de la mitad de la tumba fue completada a su muerte, mientras que el primer corredor fue decorado en vida.

En el segundo corredor encontrarás escenas astronómicas donde figuran constelaciones y una lista de decanatos, y en el tercer corredor, escenas del «Libro de los Muertos» y la «Duat».

La tumba no impresiona, pero tiene un pasillo largo que vale la visita. Allí encontró Darrey dos palos del trineo de madera que usaron para la procesión funeraria del rey.

La Tumba de Ramsés II

Se halla frente a la de Ramsés IX. Suele permanecer cerrada por el peligro a que se derrumbe el techo. La tumba está llena de escombros a causa de las inundaciones y los desprendimientos que le cayeron.

¿Qué tiene de interesante entonces? Que es una de las más grandes del Valle, con una superficie de 820 m2 y una cámara sepulcral de 181.

Nota de color: esta tumba dio mucho que pensar, pues no se ha encontrado nunca el sarcófago del faraón. Una línea de científicos cree que no pertenece a Ramsés II.

La Tumba de Meneptah

Se localiza al final del camino que empieza justo a la derecha de la tumba de Ramsés II. Perteneció a su decimotercer hijo.

No tiene gran interés, pero merece una visita por su llamativa profundidad; un pasillo largo conduce directamente a la sala mortuoria.

Esta tiene representaciones del «Libro de las Puertas» y un techo astronómico con escenas que reproducen la configuración solar del «Libro de las Cavernas».

La Tumba de Smenkare

Más conocida como el escondite de Amarna; queda entre la tumba de Ramsés IX y el cobertizo de descanso.

Perteneció al faraón Smenkare y se cree que fue excavada por Akenatón. Sin embargo no se sabe por qué estaba destinada a aquel joven faraón que solo reinó tres años. Se dice que parte del tesoro de Tutankamón le pertenecía.

No obstante, algunas investigaciones en la momia aseguran que se trata de la tumba del propio Akenatón, trasladado aquí desde Tell El Amarna.

La Tumba de Tutankamón

Sin duda, es la tumba más conocida y popular del Valle e incluso del mundo entero. Es muy fácil de localizar: se encuentra en el centro del Valle, un poco más abajo de la tumba de Ramsés VI.

Y sin embargo no es la tumba más grande ni la más espectacular. Tampoco Tutankamón fue un gran rey: gobernó nueve años; a sus diecisiete años murió. Es decir, fue ungido faraón cuando tenía ocho.

Lo que volvió famoso a este faraón fue el descubrimiento de Howard Carter: la tumba estaba intacta, llena —llenísima— de tesoros.

Se decoró con pocas pinturas; destacan las que representan a Ay, su sucesor, que se sospecha que fue el encargado del proceso funerario. También aparecen unos babuinos sagrados, testigos del viaje solar.

En la cámara sepulcral aún puedes ver uno de los tres sarcófagos de oro que había en la tumba. Albergaba a la momia del joven faraón, llevada a El Cairo para su reconocimiento y vuelta a traer a su sepulcro.

La tumba está dividida por un pasadizo que baja hasta la antecámara, un anexo, la cámara sepulcral y la cámara de almacenaje, que es donde se encontraron los mayores tesoros.

Historia del descubrimiento de Tutankamón y el inicio de una leyenda

Cuando ya parecía que no había más tumbas en el Valle y tras seis largos años de búsqueda, el interés y empeño del inglés Howard Carter, apoyado económicamente por Lord Carnarvon, se vio recompensado. Descubrió la entrada a una tumba sellada.

En el sello real, Anubis, el temido dios de las tumbas, estaba representado encima de nueve cautivos sentados.

En la mañana del día siguiente —6 de noviembre de 1922—, Carter mandó a Lord Carnarvon, que se encontraba en Londres, el siguiente telegrama:

«He hecho por fin un gran descubrimiento en el Valle. Una tumba magnífica con sellos intactos. Enhorabuena».

La tumba se volvió a tapar hasta la llegada de Carnarvon. El día 26 de noviembre, cuando él y su hija Evelyn Hervent ya estaban en Egipto, se limpió el corredor que bajaba hasta la última de las puertas y se llevó a cabo lo que tanto se había esperado.

Carter lo cuenta así:

«Con manos temblorosas abrí un pequeño agujero en la esquina superior izquierda. Metí una varilla de hierro y comprobamos que no había nada detrás. Utilizamos la prueba de la vela para asegurarnos que no había aire viciado, y luego, ensanchando un poco el agujero, coloqué la vela dentro y miré.

»Lord Carnarvon, Lady Evelyn y Callender esperaban ansiosos el veredicto. Al principio no pude ver nada, salía aire caliente de la cámara que hacía parpadear la llama de la vela, pero en cuanto mis ojos se acostumbraron a la luz, los detalles del interior de la habitación emergieron lentamente de las tinieblas: animales extraños, estatuas, por todas partes el brillo del oro.

»Solo había pasado un momento. Lord Carnarvon no podía esperar más. “¿Puede ver algo?”, me preguntó. Todo lo que pude decir fue “Sí, cosas maravillosas”».

Para Carter era la última temporada de excavaciones, pero el descubrimiento le cambió los planes y la vida.

Lord Carnarvon murió el 5 de abril de 1923. Cinco meses después. Su muerte levantó rumores acerca de una maldición. ¿Extraño? Tras su muerte siguieron 21 muertes más de investigadores y trabajadores que intervinieron en el hallazgo de la tumba.

Esta leyenda nace de una inscripción que se descubrió durante la limpieza de la antecámara: «La muerte golpeará con su bieldo a aquel que turbe el reposo del faraón».

Ninguno de los científicos dio importancia a esta maldición, pero como se conocía el fervor de los excavadores egipcios hacia las cosas de ultratumba, decidieron no incluir la leyenda en el inventario. La tablilla se dio por perdida, aunque es mencionada por casi todos los historiadores.

También en el reverso de otro amuleto apareció la maldición, expresada de la siguiente manera: «Yo soy el que ahuyenta a los profanadores de tumbas con la llamada del desierto. Yo soy el que custodia la tumba de Tutankamón».

Con nuestros guías tendrás acceso a información valiosísima. Mira los viajes organizados por Egipto que diseño sin intermediarios (viví 10 años en el país del Nilo), o contacta con uno de los especialistas de mi agencia para un viaje a medida.

La Tumba de Ramsés VI

Se halla un poco más arriba de la tumba de Tutankamón. Antes se creía que era la tumba de Memnón.

Al igual que en muchas tumbas del Valle, turistas e investigadores grabaron sus nombres, una mala práctica que se reguló con el correr de los años.

Durante una de las limpiezas, Burton encontró objetos del ajuar funerario de Ramsés VI, junto con otros de su antecesor, Ramsés V, quien se cree que excavó la tumba que más tarde compartirían ambos faraones.

Al igual que otras tumbas ramésidas, se caracteriza por tener un corredor largo: mide 88 metros.

Se los llamaba «los corredores del camino del sol» y sus techos estaban decorados con motivos astronómicos.

Si prestas atención, podrás ver a Nut (diosa del cielo) representada dos veces, una en la mitad inferior y otra en la mitad superior, con las manos apoyadas en la tierra y el cuerpo estirado, representando el firmamento.

Esta figura es una clara referencia al «Libro del Día y la Noche», con el viaje diurno y nocturno del sol, dentro y fuera del cuerpo de Nut.

Otra de las escenas pintadas en las paredes de la cámara del sarcófago muestra la vida de ultratumba.

El sarcófago del faraón se encuentra en la cámara mortuoria, pero totalmente destrozado, lo que ha dado origen a otro enigma, ya que se necesita una fuerza descomunal para romper un bloque de piedra de esa magnitud.

La Tumba de Ramsés III

Tras la visita de la tumba de Ramsés VI, te recomiendo seguir por la de Ramsés III. Fue empezada a excavar por Setnajt, pero la abandonó para continuar en la nº 14, en la que fue enterrado. Finalmente su hijo, Ramsés III, continuó con la excavación.

Es una de las tumbas más grandes del Valle (120 metros) y su principal atracción son las famosas pinturas de los arpistas ciegos, situadas en una de las pequeñas cámaras de la izquierda.

La sala también es llamada «sala de las dos».

En general los relieves están muy bien conservados. Destacan las columnas con cabeza de la diosa Hathor, junto a la puerta de entrada.

En los primeros pasillos, las escenas están dedicadas a Setnajt, pero a partir del cuarto toda la decoración cambia al estilo de Ramsés III.

El sarcófago fue trasladado a Alejandría y vendido al rey de Francia. Actualmente se halla en el museo del Louvre. La tapa, hecha añicos al desprenderse de la tumba, también fue vendida; se puede ver en el museo Fitz Willian de Cambridge.

La Tumba de Horemheb

Horemheb, antes de ser faraón, fue jefe del ejército. La tumba fue descubierta el 22 de febrero de 1908 por Edward R. Ayrton.

Las paredes de la mayor parte de los corredores están pintadas de blanco por falta de tiempo para la decoración. Junto al sarcófago hay una escena del «Juicio de los muertos».

Otra imagen representa al faraón después de su muerte ante cada divinidad. Horus, con la corona del Alto y Bajo Egipto, ofrece dos vasos de vino. Enfrente está la diosa Hathor.

En esta tumba se aprecia el uso del color, acentuado por el fondo gris azulado. Los jeroglíficos y las figuras hipnotizan.

Horemheb, sucesor de Ay en la XVIII dinastía, introdujo en su tumba una innovación que luego sería usada por Ajenatón y que consistía en completar las pinturas con relieves.

Tumba de Amenhotep II o Amenofis II

Amenofis II, hijo de Tutmosis III, reinó durante 25 años y ocupó el séptimo puesto de la lista de la XVIII dinastía.

Su sepulcro es una inmensa tumba que se hunde dentro de las entrañas de la roca. Fue descubierta en la primavera de 1898 por Víctor Loret. 

Durante muchos años ha sido el principal punto de atención, ya que en una de sus cámaras se encontró el segundo escondite de momias reales. Entre las más famosas estaban las de Ramsés IV, Siptah, Seti II, Tutmosis IV, la propia momia de Amenofis II, Amenofis III, Menephtah, Ramsés V y VI, la reina Tiy y dos pertenecientes a una pareja de mujeres y un niño no identificados.

Las paredes de la tumba muestran figuras del «Libro de lo que hay en el más allá» y su correspondiente texto.

Están pintadas en negro, sobre un fondo amarillento, y presentan el aspecto de un gigantesco papiro enrollado. El techo de la cámara sepulcral está decorado con estrellas sobre un fondo azul oscuro.

Tumbas de Tausert y Setnajt

Se trata de dos tumbas juntas. Entre las escenas más bonitas, destaca una imagen del «Libro de las Cavernas» en la cámara sepulcral de Tausert. Aquí cobra fuerza el dios del sol, manifiesto como escarabajo y como pájaro con cabeza de carnero.

Seti II

La tumba no tiene grandes dimensiones; se caracteriza por un pasillo largo y llano y las pinturas típicas del «Libro de los Muertos». 

Quizás uno de sus mayores encantos estribe en ser la única tumba del Valle en que se puede ver una momia.

Howard Carter usó este espacio como laboratorio y almacén durante el tiempo que duraba la limpieza de la tumba de Tutankamón. Aún se puede ver la gran puerta de hierro que mandó construir Callender para protegerla mientras duraban las tareas de limpieza.

La sala de pilares está decorada con el «Libro de las Puertas» y un sepulcro de Osiris. En la cámara sepulcral aparece el mismo libro y una figura de la diosa Nut, estilizada en el techo.

Tumba de Tutmosis III

Es una de las mejores tumbas del Valle y la de más difícil acceso, ya que se encuentra en un extremo, entre una de las grietas de la roca de la colina.

Tendrás que subir una escalera de hierro bastante empinada, como lo es también la que da acceso a la tumba. Ten cuidado, los escalones son muy irregulares.

Tutmosis III fue un faraón guerrero que perteneció a la XVII dinastía; su reinado fue uno de los más largos de la historia de Egipto: 54 años.

La tumba fue descubierta por Loret; al entrar, halló varios objetos del ajuar funerario destrozados.

El primer corredor tiene una pendiente muy pronunciada. La antecámara está sostenida por dos grandes pilares cuadrados. Ten presente la exactitud con que se ha trabajado y enlucido la piedra.

Los colores cálidos de la decoración la hacen parecer un dibujo sobre papiro.

En una de las seis columnas de la cámara funeraria hay una pintura de Tutmosis III con varias de sus reinas. A su lado se ve al rey amamantado por su madre, Isis, representada en forma de árbol con el pecho colgado de una rama.

En general, todas las pinturas de la cámara representan detalles del «Libro de lo que hay en el más allá». El techo ha sido completamente decorado con estrellas.

La Tumba de Ramsés I

Se encuentra en el otro lado del Valle. No pudo ser acabada ya que el faraón falleció antes de que terminaran las obras. Las pinturas muestran la «tercera hora» del «Libro de las Puertas»: la barca sagrada navega del crepúsculo a la aurora; a bordo está el sol bajo la apariencia de Ra-Atón, con cabeza de carnero.

También sobresale la figura de Ramsés ante Osiris y la representación del dios sol con cabeza de escarabajo, que abarca la mayor parte de la pared oeste de la cámara.

Cuando se descubrió la tumba, se encontraron dos momias de mujer dentro del sarcófago. Habían sido metidas después de que se quitó la momia de Ramsés I y se la llevó al escondite Real de Deir El Bahari.

Las vigas de hierro que sujetan el techo fueron colocadas ante el inminente peligro de derrumbamiento. Esta tumba ha estado sometida a una gran labor de restauración.

La Tumba de Seti I

Seti I fue el padre de Ramsés II. Sin duda, es la mejor tumba del Valle. Pero para verla hay que pagar una entrada aparte cuyo coste es ni más ni menos que 100 euros.

Al menos te cuento un poco de qué se trata… Con más de 100 metros de longitud, es una de las más grandes y una de las pocas que está totalmente terminada, debido a los muchos años de reinado del faraón.

Fue descubierta por Giovani Belzoni, un explorador que a la hora de conseguir algo que le recompensara de todos los gastos económicos, se llevó el ataúd de alabastro, considerado como pieza única.

Lo expuso en el Museo Arquitectónico Británico, donde lo vendió por 2000 libras esterlinas a Sir Joane, un famoso arquitecto de Londres.

El ataúd todavía está en la propia casa del arquitecto (13, Lincols Inn Fields St), convertida en museo tras su muerte.

Nota de color: al final de la cámara funeraria, Belzoni descubrió un túnel lleno de escombros. Empezó a limpiarlo, pero cuando los obreros llevaban cavados 100 metros, la falta de oxígeno fue tan notable que decidió suspender la operación.

En la década de los cincuenta, Ali Abd El Rassul, el jeque local, excavó el túnel con una bomba de oxígeno para mejorar la labor de los obreros, pero se le terminó el presupuesto y también se dio por vencido.

Para seguir la excavación se necesitaría ayuda económica, aunque ese dinero también haría falta para otras tumbas en peor estado y a las que habría que dar prioridad.

Respecto a la decoración, las imágenes tienen un cierto parecido a las que se encuentran en el templo de este rey en Abidos. Muestran rasgos más refinados, con orejas grandes y bocas pequeñas, que forman la base del nuevo estilo ramésida.

Por primera vez, la «letanía de Ra» se aprecia en las paredes de los dos primeros pasillos. La cámara sepulcral alberga la primera aparición de un techo astronómico, con constelaciones del cielo nocturno representadas junto con algunos decanatos.

La Tumba de los hijos de Ramsés II

Se localiza antes de llegar a la entrada del Valle y a solo 70 metros de la tumba de Tutankamón.

Aunque se conocía su existencia desde finales del siglo XIX, quedó sepultada hasta que Kent Weeks la relocalizó entre 1985 y 1986. Tras la limpieza se descubrió, además del pasillo, múltiples cámaras; se estima que 150; los trabajos continúan.

Esto la vuelve la tumba más grande del Valle. Está decorada con escenas del ritual de la abertura de la boca e imágenes del faraón, sus hijos y varios dioses.

La Tumba de Tutmosis IV

Su descubrimiento corrió a cargo del propio Howard Carter, unos 20 años antes que la de Tutankamón, aunque en esta ocasión estaba subvencionado por Davis, un acomodado abogado de Nueva York.

Destaca el sarcófago rojo, en el que han sido pintadas en amarillo las figuras de los dioses.

Aunque se hizo una minuciosa excavación de la tumba, la cámara sepulcral carece de decoración. Solo presenta algunas imágenes en el pozo y la antecámara. Los techos de ambos lugares están decorados con estrellas amarillas sobre un fondo azul oscuro.

Hasta aquí las tumbas más interesantes y también las que suelen estar abiertas. Las que siguen tienen un nivel inferior, pero un apasionado de la egiptología querrá tenerlas en cuenta.

Mira qué otros sitios de Lúxor visitar.

Tumbas para visitar en un recorrido exhaustivo del Valle

La Tumba de Hatshepsut

Es una de las tumbas más difíciles de acceder. Tiene casi 200 metros de profundidad, lo que la vuelve la mayor de Egipto. 

Carter necesitó dos campañas para poder limpiarla por completo; el aire se mezclaba con el polvo y se tornaba irrespirable.

Se cree que la tumba fue construida para Tutmosis I (padre de Hatshepsut); pero por causas que no se conocen, Hatshepsut profundizó la tumba y la usó como lugar de enterramiento.

A causa de que las paredes de la cámara sepulcral no eran adecuadas para la decoración, los textos funerarios se escribieron en bloques de piedra caliza.

La Tumba de Ramsés XI

Se halla detrás del cobertizo de descanso. Es otra de las muchas tumbas del Valle de los Reyes que no se llegó a terminar. El faraón tampoco fue enterrado allí. Durante una de las limpiezas, a cargo de John Romer, se descubrió que en las últimas épocas de la historia faraónica había sido utilizada como santuario.

La decoración es muy escasa, aunque destacan algunas zonas de yeso pintado de amarillo con gran cantidad de escenas trazadas con líneas rojas. Se aprecia al rey ante varios dioses, como el dios Harmaquis con cuatro cabezas de carnero.

La Tumba de Yuya y Tuya

Yuya y Tuya fueron los padres de la reina Tiy, la bienamada esposa de Amenhotep III y madre del rey hereje, Ajenatón.

La tumba fue descubierta por Davis y Maspero en colaboración con otras dos personas. Lo que más impresionó a estos descubridores fue el excelente estado de conservación en que se encontraban las momias y sus pertenencias. A pesar de que había sido saqueada, aún se conservaba gran parte del ajuar funerario.

La Tumba de Amenmese

Está situada al lado de la de Ramsés III. Perteneció a un faraón de la XIX dinastía (1300-1200 a.C.), que reinó durante cinco años.

En un principio, la decoración que se había hecho para Amenmese llegaba hasta la sala de pilares. Los dos primeros corredores estaban inscritos con las «letanías de Ra» y el tercero con escenas de la «Duat». Pero estos relieves fueron cubiertos para volverlos a enyesar y pintar para las mujeres reales Tajat y Baktuerel.

La Tumba de Amenemope

Perteneció a un visir de Egipto y gobernador de Tebas, hermano de Sennefer. Fue descubierta en enero de 1906 por Edward R. Ayrton.

La Tumba de Mahirpa

Está muy cerca de la tumba del Canciller Bay (nº 13). Perteneció a un compañero de armas y amigo íntimo del rey Amenofis II, o al menos eso se cree. La tumba es muy pequeña; cuando fue descubierta se encontraron gran cantidad de objetos del ajuar funerario, ahora expuestos en el museo de El Cairo.

La Tumba de Siptah

Se encuentra en muy mal estado y se sitúa cerca de la de Bay, al lado de la de Tausert y Setnajt. Fue una de las tumbas de los reyes de la XIX dinastía. Su propietario, Siptah, reinó durante nueve años.

Solo los pasillos exteriores fueron enyesados y decorados. La letanía de Ra se aprecia en el primer pasillo y al principio del segundo.

La Tumba de Tutmosis I

Fue la primera tumba que se construyó en el Valle. Descubierta por Loret, está inacabada y mal terminada.

Tutmosis I reinó durante 13 años. La tumba está sin decorar, aunque todavía se pueden ver algunos restos con inscripciones debajo del techo de la cámara sepulcral.

La Tumba de Meritre-Hatshepsut

En esta tumba se encontraron tres momias de unas cantantes del templo de Amón en Karnak. Fue ocupada por Sennefer, alcalde de Tebas.

Aunque fue descubierta por Víctor Loret, el primero en entrar fue Howard Carter el 9 de diciembre de 1900.

La Tumba de Ramsés X

Se conoce muy poco de esta tumba, pues no se ha terminado nunca de descombrar. Prácticamente no conserva ninguna pintura, a excepción del motivo de la entrada ramésida, donde se observa al rey arrodillado junto al disco solar y otras diosas.

La Tumba de Montu-Hir-Kopesh-Ef

Se halla al lado de la de Hatshepsut. Está inacabada, pues solamente se excavó el pasillo de acceso. Vale la pena detenerse en sus pinturas; sorprenden los colores brillantes.

Según las escenas de las paredes, perteneció a Montu-hir-kopesh-ef, hijo de Ramsés IX.

A ambos lados de la entrada, en las jambas, se ven serpientes gemelas. Un poco más al fondo, al principio del corredor, las hojas de las puertas abiertas tenían inscripciones en hierático con hechizos protectores del «Libro de los Muertos». 

Fue descubierta por Belzoni en 1917.

Para no gastarte el ticket de entrada puedes asomarte a la reja y espiar; sus pequeñas dimensiones permiten ver hasta el fondo del pasillo.

La Tumba de Ramsés VII

No es demasiado interesante. Se excavó durante la XX dinastía. Sus últimas tareas de descombro corrieron a cargo de Edwin Brock en 1983-84.

La tumba consiste en una entrada, un primer corredor y una cámara sepulcral con una pequeña habitación y un nicho.

Las pinturas del corredor representan al rey ante Haractes-Atón-Jepri, los dioses solares, a la izquierda, y Ptah-Sokar-Osiris, los dioses del mundo subterráneo, a la derecha. Les siguen algunas partes del «Libro de las Puertas», el «Libro de las Cavernas» y varias muestras de la purificación del rey como Osiris.

La Tumba nº 3

No se sabe a quién perteneció, aunque se cree que a un príncipe, hijo de Ramsés III. Está situada junto a la de Yuya y Tuya. Apenas conserva vestigios de decoración. Durante el período cristiano fue utilizada como iglesia copta.