El turismo en Abu Simbel es elevado puesto que se trata de una de las maravillas de Egipto. Sin embargo la aldea se encuentra apartada, el acceso es complicado, y esto hace que el caudal turístico sea mucho menor que si se encontrara próximo a una de las grandes carreteras del país.

La distancia de El Cairo a Abu Simbel es de 1155 km.

Una primera aclaración, fundamental para comprender la historia y ampliar la mirada: al construirse la presa de Asuán, las dos grandes atracciones turísticas de Abu Simbel (los templos de Ramsés II y de su esposa Nefertari) iban a quedar sepultadas por las aguas del lago Nasser.

En 1959, Egipto hizo un llamamiento a la UNESCO para salvaguardar los templos, y en 1963 se iniciaron los trabajos para el traslado.

Hoy en día, los templos de Abu Simbel están ubicados a orillas del lago Nasser, muy próximos a su emplazamiento original, entre las arenas rojas del desierto.

El viaje no solo vale la pena: es una de las mejores excursiones para hacer en Egipto.

 

¿Cómo llegar a Abu Simbel?

Se puede llegar a Abu Simbel desde El Cairo en avión. Es la opción más rápida pero también la más cara.

Para ir por tierra, debes dirigirte hasta Asuán —la ciudad importante más próxima—, por la que pasan los buses de línea y los autocares turísticos. Calcula 4 horas de viaje.

Una tercera opción es ir en crucero. Como los templos quedan a orillas del lago Nasser, podrás ver perfectamente cómo fueron excavados y moldeados en la roca del desierto.

 

Excursión a Abu Simbel

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Traslado de los templos de Abu Simbel

Se presentaron tres proyectos. Se escogió el que proponía desmontar los templos pieza a pieza y volverlos a montar en su nuevo emplazamiento, unos 64 metros colina arriba.

Los trabajos se llevaron a cabo en seis etapas:

 

  1.  Se separaron los templos recortando las colinas que los cubrían (30 metros por encima del gran templo y 40 metros por encima del pequeño). Todo ello conllevó el traslado de 300.000 toneladas de roca sin usar ningún tipo de explosivos.
  2.  El siguiente paso, y debido a que las aguas ya habían empezado a subir, fue construir una ataguía de 360 metros de longitud y 25 metros de alto, para que retuviera las aguas del lago durante el tiempo que duraran las obras.
  3.  Posteriormente se cortaron los templos en 1036 bloques; algunos pesaron más de 30 toneladas. Debido al peligro de que se desmenuzara la piedra, hubo que fortalecer la roca con inyecciones de resina sintética.
  4. La cuarta etapa consistió en numerar y trasladar los bloques a un museo al aire libre, donde se almacenaron hasta que terminaron los trabajos de fragmentación. Los bloques del templo de Ramsés II sumaron 11.500 toneladas y los de la reina Nefertari, 3500 toneladas.
  5. A continuación comenzó la reconstrucción de los templos. Para ello se aseguraron los bloques sobre una estructura de hormigón y se mantuvo la orientación original de los templos.
  6. La última etapa consistió en diseñar un entorno lo más parecido posible al original. ¿Qué se hizo? Se construyeron dos inmensas cúpulas de hormigón armado y se las cubrió de tierra para que parecieran dos colinas naturales.

Las obras empezaron a finales de 1963. Terminaron en 1972. La inauguración oficial, sin embargo, tuvo lugar el 22 de septiembre de 1968.

 

Historia de Abu Simbel

El primer europeo que llegó hasta Abu Simbel (con la ayuda de los árabes), fue el suizo Burckhardt, el 22 de marzo de 1813.

Para lograrlo se hizo pasar por comerciante sirio. Usó el nombre de Ibrahim Ibn Abd Allah. Cuando llegó a Abu Simbel, visitó el único templo del que le habían hablado, el pequeño templo de la reina Nefertari; pero tras contemplarlo y describirlo minuciosamente en su diario, añadió esto:

«Cuando empecé a subir por la colina arenosa, ya de regreso y pensando haber visto todas las antigüedades de «Ibsambul», me dirigí un poco más al sur. Cuatro gigantescas estatuas me asombraron. Estaban empotradas en un gran nicho, aunque casi en su totalidad enterradas bajo la arena. No se puede saber si estas estatuas están sentadas o de pie».

De Abu Simbel solo se había oído hablar en 1799 a Haggi Mohammad, un nubio al que interrogaron soldados eruditos de las tropas de Napoleón.

Haggi declaró que existían algunas aldeas con ruinas arqueológicas. Mencionó Debod, Taffa, Kalabsha, y también nombró la aldea de Absimbil,  situada entre la primera y segunda catarata del Nilo, pero nunca dijo que hubiera monumentos en ella.

Drovetti y Salt  llegaron a Abu Simbel tres años después de Burckhardt. Tenían la esperanza, como muchos viajeros, de desenterrar las fachadas de los templos y penetrar en su interior.

Drovetti contrató a unos trabajadores de la aldea para despejar la arena del templo grande. Pero estos nativos, tras haber hecho el trato se negaron, supersticiosos de lo que podrían encontrar en el interior del templo.

Salt se apoyó en la ayuda del italiano Belzoni, quien llegó a Abu Simbel en septiembre de 1816. Este calculó que habría que despejar unos 10 metros de arena. Logró su cometido dos años después, auxiliado por dos capitanes de la Royal Navy.

Fueron 20 días de trabajo duro, hasta que el 4 de agosto de 1818 se logró hacer una pequeña abertura y acceder al interior. De todo lo que esperaba encontrar, Belzoni solo halló las estatuas de un virrey de Kush y un mono, y dos esfinges con cabeza de halcón (actualmente en el British Museum).

Los viajeros siguieron llegando. En 1828 arribó Champollion y abrió un pequeño pasadizo para acceder al santuario. Pero la arena continuamente volvía a cubrir la entrada de los templos.

No fue hasta 1831 cuando el inglés Robert Hay pudo contemplar las cuatro estatuas de la fachada del templo de Ramsés II hasta la base.

Sin embargo, en 1850, cuando Maxime du Camp (compañero de viaje de Gustave Flaubert) llegó a Abu Simbel para hacer las primeras fotografías, el templo se encontraba de nuevo sepultado por la arena.

Recién en 1909 se logró limpiar por completo la fachada de los templos de Abu Simbel.